Memorias de Centroamérica: voces entre tabúes y silencios

El 2 de octubre arrancó la I Muestra Centroamericana de Teatro “Memorias de Centroamérica”, que concluirá el próximo 1 de noviembre.

Edgar Soriano | ConexiHon
Octubre 6, 2014

Desconfío de la incomunicabilidad; es la fuente de toda violencia.
Juan Paul Sartre

La Casa del Teatro Memorias que conduce Tito Ochoa, presenta en Tegucigalpa un festival de teatro centroamericano en una interesante selección de obras de la producción contemporánea del istmo. El proyecto conducido por el equipo de trabajo del Teatro Memorias nos muestra las capacidades de gestión independiente, haciendo posible un encuentro teatral de calidad artística derrotando los obstáculos de la indiferencia y la irresponsabilidad estatal en torno a generar este tipo de encuentros artísticos.

Con la obra teatral Ángel de la guarda del grupo salvadoreño Teatro Luis Poma, bajo la dirección de Roberto Salomón, se comenzó este importante festival artístico. Esta obra del dramaturgo salvadoreño Jorge Ávalos explora transparentemente la retrospectiva individual donde, entre muñecas, una niña expuesta en su entorno íntimo a través de sus sueños, alegrías y curiosidades en consonancia con la “realidad”.

Pero para poder comprender, en mi criterio, es importante reflexionar sobre la construcción simbólica del mundo occidental entorno a la “moralidad” y su impacto en las mentalidades colectivas. Actualmente hay leyes y campañas de prevención de maltrato infantil. Sin embargo, la obra teatral protagonizada magníficamente por la actriz, Naara Salomón, invita a analizar de manera profunda esas relaciones interactivas entre la niñez y los adultos. Al adentrarse en la búsqueda de la construcción cultural occidental podemos definir diversos puntos que nos pueden permitir el surgimiento de “tabúes” tutelados por la lógica vertical impositiva, sistémica, que ejemplifica a la familia como inamovible autoritarismo que somete a la niñez a la condición de propiedad privada indiscutible.

La puesta en escena evoca dialécticamente en la mente de Angélica, personaje de la obra, la realidad mezclada con sus sueños. Sus muñecos y muñecas simbolizan la conexión con su entorno adulto, incomprensible e ilusorio. La jerarquización vertical y autoritaria se impuso a través de los siglos en las familias, generada debido a la “moralidad” de silencios y represión. La niñez y adolescencia en la historia humana ha estado sometida a maltratos desde la esclavitud pasando por la violación sexual hasta el asesinato.

La iglesia católica tempranamente tomó medidas para evitar el “infanticidio”, sin embargo coaccionó el dialogo intrafamiliar y comunitario, obligando a los niños a desempeñarse en hordas instintivas en áreas rurales y también urbanas, como lo relataba por ejemplo Restif de la Bretonne en Borgoña sobre un ritual de adolescentes que presenció cuando tenía 7 años, en 1741: “una docena de jóvenes, todos sin pudor, enseñando su verga jugaban a ver quien movía más rápido el prepucio […]” (Muchembled, Robert, 2008). El anterior ejemplo muestra la situación que tanto los niños como las niñas eran separados en funciones específicas bajo la tutela autoritaria de sus padres y constreñidos por la “moralidad” imperante en la sociedad.

En Tegucigalpa, en un estudio del historiador Omar Valladares encontramos otro ejemplo de la represión institucional en el año de 1677 contra la esclava Tomasa y el mulato libre Juan de Valderas, acusados de haber sido descubiertos entre unos arbustos ubicados atrás de la iglesia La Merced teniendo relaciones sexuales. Se puede discernir que la sexualidad estaba supeditada a la jerarquía familiar a través de matrimonios arreglados, por ello la clandestinidad era la única opción para muchas personas, sin olvidar que la niñez en muchos casos estaba sometida al silencio de la casa en diversas relaciones incestuosas o a la violación del patrón en otros casos.

La obra teatral Ángel de guarda nos invita a reflexionar el cómo abrir debates razonables para no olvidar esa historia represiva y sus tentáculos contemporáneos, hacer conciencia de enfrentar la imposiciones de círculos políticos y sectas religiosas que se niegan a los diálogos y derechos humanos elementales de las personas en sus diferentes etapas de la vida. Es urgente ejercer nuestra ciudadanía para garantizar que las voces sean escuchadas y que la democratización de nuestra humanidad comience a gestarse libremente, que el gran “miedo a la libertad” que plantea Jean Paul Sartre sea derrocado, esta es la enseñanza que interpreto de esta creación artística teatral.

 


Soriano, Edgar. “Memorias de Centroamérica: voces entre tabúes y silencios”. ConexiHon, Tegucigalpa, 6 octubre de 2014.

Una casa de muñecas sin inocencia

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Ángel de la Guarda, de Jorge Ávalos, uno de los mejores dramaturgos y escritores centroamericanos de la actualidad, abre la Primera Muestra Centroamericana de Teatro en Tegucigalpa.

Gerardo Torres | Presencia Universitaria
Octubre 4, 2014

El montaje de la obra de teatro Ángel de la Guarda, por el reconocido director salvadoreño Roberto Salomón, abre la Primera Muestra Centroamericana de Teatro “Memorias de Centroamérica”.

Este espacio regional nació como una iniciativa de Inma Lopez y Tito Ochoa reconocidos directores de teatro en el país que han roto el silencio en la capital hondureña con la apertura del Teatro Memorias, una sala independiente que este mes de octubre trae una completa exposición de las artes escénicas de la región.

En el barrio La Plazuela, muy cerca del Café Paradiso todos los jueves, viernes y sábados de octubre a partir de las 7:00 pm se presentarán importantes exponentes del Teatro de la región. Un país por semana.

La muestra es un esfuerzo de los directores, artistas y escritores centroamericanos que han decidido dejar de esperar que los espacios formales u oficiales generen estos intercambios y han asumido en sus manos no solo la tarea de crear, si no también la tarea de llevar su arte a más públicos.

“Los artistas hemos decidido hacer los que los gobierno no hacen”, mencionó Salomón antes de comenzar la función de la obra, originalmente escrita por su compatriota Jorge Ávalos, quien probablemente es uno de los mejores dramaturgos y escritores centroamericanos de la actualidad.

El planteamiento de Ávalos, la dirección de Salomón y la actuación de la actriz Naara Salomón son garantía de un momento memorable, de una gran producción del Teatro Luis Poma.

La casa de muñecas

En el escenario una casa de muñecas, una mujer mayor, una silla, un vestido, un estante para colgar el saco de honor de un militar recientemente muerto y un terrible recuerdo.

La historia es contada por un ángel de la guarda con más pesares que brillos, con más remordimiento que magia.

La casa de muñeca es en si el escenario, todo los que pasa afuera de la misma son zonas oscuras, reflexiones de un hecho del pasado que toma vida en la narración de Naara Salomón que es todas las voces, que es Ángel de la Guarda y es una niña llamada Angélica.

En escena no tenemos un monologo ni un espectáculo de títeres, tenemos justamente un socio drama representado por muñecas en su casa de juguete. Un socio drama contado con la misma técnica con lo que una niña desarrolla una historia usando sus muñecas y juguetes en la privacidad y la seguridad de su cuarto.

El tema es que la obra deja claro que no todos los espacios que supuestamente son seguros lo son en realidad. No todas las niñas están seguras y no todas las casas de muñecas son inocentes, en especial esta no.

La obra depende casi completamente de la brillante narración de Naara, existen espacios del escenario casi inexplorados y un elemento afuera del mismo que recuerda la integralidad de una mujer, de una de la que estamos por saber hechos muy profundos de su privacidad.

En la casa de muñecas un incesto se va preparando, la voz de la niña cada vez es menos importante, cada vez son otros, terceros, quienes cuentan lo que pasó.

Cuando la casita ya no vuelve a ser la misma (mucho antes del incesto), se expone la vulnerabilidad. En el contexto hondureño esa vulnerabilidad cada vez se rompe más. Los abusos sexuales son cada vez más comunes y el discurso de las autoridades margina a las niñas, las vuelve invisibles y lanza preguntas bestiales al imaginario colectivo. ¿Y si le gusto? ¿Y si fue ella la de la idea? ¿Y si se calla y pasa el tiempo ya no será tan grave?

El hecho del abuso solo se empeora cuando se quiere pintar de amor o de cariño, cuando se omite que las víctimas están secuestradas en los mismos ambientes y por las mismas personas que debían brindar la seguridad desde el inicio.

Aunque las muñecas marcan una distancia entre el público y el hecho, es imposible hacer a un lado lo abominable del mismo, pero aun así el director Roberto Salomón logra dejar dudas sobre algo evidente.

Dudas muy parecidas al discurso machista que recorre en la piel de la sociedad actual que no es lo suficientemente frontal contra estos abusos. Que deja a las niñas abusadas, embarazadas o asesinadas a las probabilidad de que tal vez en el fondo si podía ser amor y no un simple y asqueroso despliegue de poder.

La obra no busca causar la indignación del público, solo cuenta una historia desde la perspectiva de un Ángel de la Guarda sin argumentos necesarios para proteger, pues cuando las condiciones reales son tan contundentes poco ejercen influencias las oraciones ya sea de las víctimas o de los malos políticos que aseguran hablan por ellas desde la comodidad de la distancia y la ignorancia.

Hoy al teatro

Esta obra no sólo es buena, sino que es importante. Necesaria de irla a ver. En el escenario el incesto es inevitable pues es un hecho concreto, como concreta es la situación que viven las menores de edad en el país. Lo que sí está en nuestras manos es dejar a un lado la apatía y reflexionar desde la voz de una niña.

Hoy la casa de muñecas volverá a ser inocente a las 7:00 pm y es una oportunidad para ser parte de esa desconstrucción, para conocer del buen teatro de El Salvador, que expone sin tapujos uno de los más graves problemas de la región, que rompe el silencio del que tantas son víctimas.

Está noche conozca el inicio de esta muestra que la próxima semana contará con el talento de Guatemala representado por el Teatro Lux. Vaya a debatir, a ver, a pensar y a compartir.

Tegucigalpa es la sede este mes de lo mejor del teatro regional. Mírelo con sus propios ojos, admírelo o critíquelo, pero conózcalo y sea parte de este acto de rebeldía que hace espacio de arte en ciudades donde prácticamente la esperanza se ha prohibido.

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Torres, Gerardo. “Una casa de muñecas sin inocencia”. Presencia Universitaria, Tegucigalpa, Honduras, domingo 4 de octubre, 2014.

¿Perdimos la inocencia?

El siguiente texto, más que una crítica, es un comentario de la obra Ángel de la guarda, pieza teatral salvadoreña dirigida por Roberto Salomón y escrita por Jorge Ávalos.

Ariel Torres Funes

El éxito de la continuidad

Independientemente del aforo, presenciar un teatro lleno en Honduras no es usual y cuando ocurre, es gratificante para la vida cultural de un país que adolece de una oferta variada e innovadora; frente a una ciudadanía —público— que acumula año con año la apatía por consumir cultura fuera de sus casas. Por ende, que el Teatro Memorias de Tegucigalpa luciera abarrotado con la última presentación de la obra Deus ex Machina, reflejó el resultado de la continuidad que este espacio ha logrado desde su aparición.

Con la Primera Muestra Centroamericana de Teatro, el Teatro Memorias ofrece a Tegucigalpa la posibilidad de explorar ideas más objetivas de cómo andan las tablas centroamericanas. La muestra abrió con Ángel de la guarda, obra salvadoreña escrita por Jorge Ávalos y dirigida por Roberto Salomón, quien recientemente obtuvo el Premio Nacional de Cultura 2014 de su país. En la segunda jornada, se presentó el Teatro Lux de Guatemala, con su adaptación de Deus ex Machina (cuyo título original es Dios), un relato escrito por el cineasta norteamericano Woody Allen en su libro Cuentos sin Plumas. Y en las siguientes semanas se mostrarán los grupos teatrales de Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

No cabe duda que la muestra despierta el interés y curiosidad de centenares de personas por conocer más de esta rama del arte escénico, en Honduras tan olvidada como el mismo Teatro Nacional Manuel Bonilla. Este esfuerzo del Teatro Memorias por romper la “cuarta pared” de las dificultades, por generar criterios en los espectadores, calza para cualquiera… para cualquier generación, para el medio artístico, para los conocedores o los que disfrutan del teatro por primera ocasión. Por eso se aplaude y apoya.

Ángel de la guarda

Pocas fórmulas comunicativas son tan eficaces para captar la atención del receptor como lo es contar un “secreto”. Llámese técnica o no, cuando se susurra un secreto el oyente tiende acercar el oído y silenciar para escuchar, más si el emisor habla consigo mismo. Y qué sucede si dicha revelación es la de una mujer de cincuenta y cuatro años, relatando un incesto sufrido cuando tenía catorce: el espectador se concentrará para no perder los detalles que tejen la confesión, sea por interés o curiosidad. A ese acto comunicativo apeló el dramaturgo salvadoreño Jorge Ávalos con el guion de Ángel de la Guarda, una obra teatral recientemente presentada en el Teatro Memorias de Tegucigalpa.

La pieza inicia, se desarrolla y termina con el personaje de Angélica, interpretada por Naara Salomón, la actriz suiza de la obra cuscatleca arriba citada. La adaptación y la puesta en escena de Roberto Salomón (esposo de Naara y director salvadoreño de teatro que durante la década de los ochenta emigró a Suiza a causa de la guerra civil) no invierten mucho tiempo para intentar captar la atención del público.

Una mujer delgada, trágicamente elegante, que justo al abrir el telón, camina por el escenario, porta un vestido de esos con los que uno recuerda a sus abuelas y abre una enigmática maleta para iniciar sin vacilar su confesión: “Mi nombre es Angélica, tengo cincuenta y cuatro años (…) Vengo del funeral de mi padre y en esta maleta traigo sus pertenencias”. La mujer abre la valija, un uniforme militar de ceremonias (donde cuelgan insignias que reflejan los honores recibidos y el rango) y una pistola, son las primeras cartas de presentación de su padre recientemente fallecido. Lo connotativo de esos signos nos hace pensar que estamos frente a una obra de la posguerra salvadoreña.

Las líneas son íntimas. Es un monólogo, pero el público en el teatro no parece ser el destinatario de las confesiones de Angélica, su vista en ningún momento tiene contacto visual con nosotros. Ella habla para sí misma, con la Angélica madura, con la Angélica niña; a través de ellas desfilan recuerdos, temores, conciencia y mecanismos de supervivencia, cuarenta años después de su tragedia.

Una casa de muñecas colocada en medio del escenario advierte de manera obvia que la protagonista hará un recorrido por su infancia. Un breve recurso audiovisual (Jorge Ávalos se desempeñó como artista visual en Nueva York) acompaña la escena inicial. ¿Es necesaria esa proyección? ¿Qué aporta más allá de lo sensorial ese elemento? No lo sé.

Las líneas dramáticas del monólogo no descansan. La protagonista por momentos es Angélica y en otros su ángel de la guarda (Angél-ica). Un guardián que es y no es ella, un protector que no supo resguardarla de los deseos incestuosos de su padre, los mismos que aniquilaron su inocencia. Los muñecos dentro de la casa son ella (niña), su progenitor y su madre, una escenografía mínima, dulce e infantil pero también macabra.

Angélica y el ángel no detienen las palabras, unas tras otras, hasta cierto punto asfixiantes para el espectador. No obstante, la trama del incesto suma elementos, algunos con rapidez, otros más sutiles, como cuando Angélica describe el refugio de una niña (su cuarto), que es también la escena del crimen.

El personaje de su madre, ubicada entre la bella y la bestia —como ocurre con frecuencia en las sociedades— al no protegerla del incesto, se vuelve incestuosa. Su visión de la tragedia se refleja en celos hacia su hija y con la agresividad de su pasividad, refuerza la soledad y fragilidad de la pequeña Angélica, quien no tuvo otra opción que abocarse a su ángel de la guarda.

Su padre, del que se saben pocos elementos más allá de que fue un militar, es el victimario principal. Su presencia es la de un muñeco vestido con una camisa roja (el color de la muerte y la pasión), además de su saco miliciano y pistola ubicados a un costado del escenario. Un arma que está ahí, cargado de balas, exhortando a ser usado, en algún punto de la obra, a la protagonista.

Por momentos la narrativa del pasado de la protagonista utiliza recursos obvios y  con aroma de polaroid, contrastada por los colores de los anhelos de supervivencia de la Angélica actual (de la que también se sabe relativamente poco). En cierto punto podría pensarse que la historicidad de la historia abusa de un dramatismo vestido con el sepia de la inocencia robada de la protagonista.

El drama no tiene descansos. Se presume que las canciones que Angélica canta en ciertos momentos darían ese respiro, pero las melodías son igualmente trágicas como el monólogo.

Era previsible que el desenlace se acompañara con la pistola. ¿De qué manera? Esa es la incógnita que tiene el espectador durante la obra. No se contará de qué manera se utilizó ese recurso, porque el secreto lo debe contar Angélica y no este texto.

Más allá del relato, queda claro que el incesto es el rostro sexualmente monstruoso de las relaciones de poder dentro de la familia y la sociedad. El abuso del poder, la víctima, el victimario, la impunidad y la alteración de la armonía son cinco elementos que dibujan con sangre la realidad centroamericana. Dejando a un lado cómo se expuso el tema, como toda obra con aciertos y desaciertos (de acuerdo a la percepción de cada quien), uno se pregunta, ¿hemos perdido la inocencia como región?

 


Torres Funes, Ariel. ¿Perdimos la inocencia? Presencia Universitaria, Tegucigalpa, Honduras, sábado, 4 de octubre de 2014. [La introducción utilizada en esta memoria, “El éxito de la continuidad”, proviene de otro artículo complementario de Torres Funes: ¿Cómo le fue al Woody Allen Guatemalteco por Tegucigalpa? Presencia Universitaria, Tegucigalpa, Honduras, 12 de octubre de 2014.]

Una historia de supervivencia, hoy, en Teatro Memorias

Una inquietante obra salvadoreña de incesto y supervivencia inaugura la Primera Muestra Centroamericana de Teatro en Tegucigalpa, Honduras.

Claudia Nieto Anderson | Presencia Universitaria
Octubre 3 del 2014

Hace seis años, Naara y Roberto Salomón montaron el monólogo Ángel de la Guarda, de Jorge Ávalos, para presentarlo en el Teatro Luis Poma en San Salvador, El Salvador. Esta semana la Casa del Teatro Memorias de Tegucigalpa inauguró su Muestra Centroamericana con la participación de estos tres salvadoreños, y han abierto una franca y cálida invitación para que el público capitalino los visite. Hoy sábado es la última presentación de la obra, la cita es a las 7 de la noche.

Al final de la presentación, Naara y Roberto conversan con el público en un breve foro. Para la actriz es una oportunidad de recordar que es un privilegio “ser la voz de los que no hablan”.

Es con esta obra, en una presentación adaptada para esta jornada de tres días, que los salvadoreños acercan al público hondureño una propuesta teatral de una historia vigente.

Sencillez para un tema complejo

El personaje principal es Angélica, una mujer de 54 años, y a su ángel de la guarda, una dualidad necesaria para sobrellevar el peso de la historia. Así se cuenta en retrospectiva la vida de esta mujer cuando tenía 14, el tiempo en el que “eres una niña, pero no cabes en esa palabra”.

El escenario se presenta como el cuarto de la protagonista, en el que la casa de juegos y sus tres habitantes —padre, madre e hija— auxilian el desarrollo de este drama que, entre muñecas, es apenas perceptible pero constante.

De esta manera, Angélica y su ángel cuentan el secreto de una joven que se descubre mujer por su propio padre —“eres tan bella”— y las confusiones que a ésta le generan en medio del incierto crecimiento de la adolescencia —“tu cuerpo, tan indigno y tan infiel”—.

Naara, una actriz de origen suizo, hace un manejo muy destacable del espacio y los elementos que la acompañan: la fotografía de playa, la estrella de luz, el traje del ángel, los muñecos-personajes, la sábana blanca. En realidad, el juego de la casa de muñecas se vuelve inquietante.

Es, por tanto, una obra que vale la pena ver para confrontarse con una realidad aún más grande que la del incesto: ¿quién es fuerte y quién es débil, y por qué éste último es el que siempre sufre más?

 


Nieto Anderson, Claudia. “Una historia de supervivencia, hoy, en Teatro Memorias”Presencia Universitaria, viernes 3 de octubre, 2014.

Aparten su butaca, que se viene el teatro a Tegucigalpa este 2014

Postal I Muestra CA de TeatroCinco obras de cinco países de la región enriquecerán a Tegucigalpa durante la I Muestra Centroamericana de Teatro “Memorias de Centroamérica”.

Claudia Nieto Anderson | Presencia Universitaria
Miércoles 1 de octubre, 2014

Un estudio realizado a nivel latinoamericano y publicado recientemente en este periódico reflejó números que asombraron a muchos: el 84 % de la población hondureña nunca ha visitado el teatro. No el Teatro Nacional Manuel Bonilla de Tegucigalpa o el José Francisco Saybe de San Pedro Sula, sino cualquier teatro.

En medio de esta realidad, Teatro Memorias presenta en el mes de octubre la I Muestra Centroamericana de Teatro “Memorias de Centroamérica” con cinco fines de semana de presentaciones traídas desde El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica y Honduras, con el objetivo de enriquecer a la capital con presentaciones teatrales de toda la región.

“Esto siempre es un anhelo de los teatristas: generar redes, intercambios, encuentros entre los teatreros. Es decir, lo primero que hace una persona de teatro es unirse a otras para gestar un grupo, después quieren tener una sala de teatro y luego hacer presentaciones y montar obras. Después, como el paso lógico, es tener encuentros con otros colegas”, explica Tito Ochoa, director de Teatro Memorias, “es como el tránsito natural de un proceso de creación teatral”.

Desde El Salvador para Tegucigalpa

La muestra dará inicio el jueves dos de octubre con una presentación netamente salvadoreña, desde el autor de la obra, hasta su director y la actriz. Así, Roberto Salomón ha montado Ángel de la Guarda con la actuación de Naara Salomón en el monólogo sobre el incesto de Jorge Ávalos.

Desde la crítica en la prensa salvadoreña hay una invitación: “El Ángel de la Guarda no impacta por una desmedida emotividad, no apela al melodrama para movernos de la butaca. Hace todo lo contrario. Suaviza, matiza, nos habla al oído y nos mantiene inmóviles, nos cuenta uno de los grandes secretos de nuestra propia sociedad. Y nos lo cuenta de manera casi lúdica, sin espasmos. Y nos lo cuenta, también, en secreto”. (Carlos Dada, El Faro).

Octubre teatral

Inma López, productora de la muestra, explica las siguientes presentaciones. Dios es máquina es la propuesta guatemalteca para la segunda semana. “De Guatemala nos viene una obra original de Woody Allen, que uno pensaría que de Guatemala vendría algo más tradicional; pero no, viene un show de nueve personas y con música en vivo”, acota López.

Para la tercera semana será el turno de Teatro Memorias con Tengamos el sexo en paz, una obra de los dramaturgos italianos Darío Fo y Franca Rame; que será seguida por Marx ha vuelto, un montaje nicaragüense que ha estado en Costa Rica, Argentina, Chile y Uruguay. Finalizará la muestra con Blanco y Negro, la puesta en escena de una comedia en vivo (stand up comedy) desde Costa Rica.

“Es una propuesta muy variada, de obras muy profesionales, porque eso sí lo hemos tomado en cuenta, que las personas que vengan tengan su trayectoria, que los espectáculos también tengan una trayectoria, que se hayan presentado bastante”, asegura López.
Con una inusitada agenda teatral, el mes de octubre será para el recuerdo, uno de esos para guardar en la memoria, tanto para el público nacional como para los productores de la muestra.

 


Nieto Anderson, Claudia. “Aparten su butaca, que se viene el teatro”. Presencia Universitaria, Tegucigalpa, Honduras, miércoles 1 de octubre, 2014.